lunes, 23 de agosto de 2010

32.

Me dijero neciamente que todos los caminos me llevarían a roma, pero uno me llevo a tu sofá, me besaste y me deje, me mordiste y no grite.
Que rápido creció la hierva entre tus manos, praderas donde yo me recosté a mirar un ormigero, donde yo vivi feliz.
Que rápido maduraba la fruta en tus ombros, de donde yo me alimente, donde me descubri dos canas, envejecía contigo.
Que rápido cumplimos 32 años, se nos paso el tiempo sin mirar el reloj, sin fiestas de fin de año, sin cortes de cabello, se nos fue solo, aya, atrás, dormimos abrazados en una pension de estudiantes y es jueves. Dos compañeras de clases me esperan en la facultad, tenemos tarea en equipo y yo, olvíde la calculadora y el sosten en tu piesa de baño.
Se fueron despidiendo uno a uno los amigos, les lloramos, les hicimos fiestas, nos quedamos solos, nos mudamos, regalamos lo que ya no queríamos que nos sirviera de algo, despegamos las calcomanías de la puerta del cuarto y maduramos de golpe.
32 años, le dije hoy a ese joven que pretendía cortejarme, hacia tanto tiempo que nadie me hacia esa clase de preguntas burdas, aquel ritual que yo crei extinto, siguió existiendo paralelo ami.
Nosotros, antes de poder llamarnos funcionalmente “nosotros” no ocupamos del ritual, todo se dio de la manera mas simple, alguien me dijo como llegar a Roma, yo me perdí, me tope con tu sofá, y ya no me fui de ahí.

1 comentario:

Lauri García Dueñas dijo...

qué buen texto Diana, me siento como vos, casi todos los días. 30,32 y uno sigue adolesciendo...
pd: Póngale ojo a la ortografía, si quiere revisiones o tips: lauriluciernaga@gmail.com