martes, 29 de diciembre de 2009

Marcela naranjas.

Como dicen por ahí: el día que te fuiste Marcelita, murió una parte de mí.
Murió esa parte de mí que esperaba el metro de las 7:30, esa parte de mí que sabía muy bien dormir sin calcetines, murió esa parte de mí que sacudía diario el escritorio.
Pero quedaron otras partes Marcelita.

Quedo esa parte que un día comenzara a ahorrar para comprar el boleto a parís que me lleve a conocer a la que yo piense que es el amor de mi vida y que inspirado en todas las porquerías de novelas que he leído con el paso de las letras me lleven a estar perdido un día en una calle maloliente, ebrio, extranjero y dolido.

Quedara esa parte de mi que te recuerde como Marcelita Montoya, una M y otra M, así me gustaba escribirte notas y dejarlas debajo del florero

MM:
Hoy si es posible, solo si es posible, no te pongas el lazo rosa en el pelo.
Atte.
LT


El día que te fuiste Marcelita, no fue posible por ningún motivo que no te pusieras el lazo rosa en tu pelo de tasita de café, no fue posible que yo dijera “ yo me opongo” como si fuera eso una boda, de tu con tu equipaje, de tu con ropa para viajar cómodamente.

Nadie pudo detener al lazo rosa cuando subía al avión, nadie cuando se sentaba en un asiento reclinable, cuando se dormía, cuando pedía agua a la azafata.

Nadie pudo detenerlo cuando te lavó cerebro y el cabello, tu cabello de tasita de café, para que nunca más volvieras, donde yace esa parte de mi que era feliz sentado a las 7:15pm en la banca de la estación del metro. Que volvieras a donde vive esa parte de mi a la que en ocasiones no le importas nada, esa parte de mí que el otro día se besaba a escondidas con la hija del mejor amigo de su padre durante las festividades de la iglesia del barrio.

No es que así sea la vida Marcelita, así son mis cosas, cambiantes, a veces avanzo, a veces retrocedo por el puro gusto de viajar a través de los momentos como cuando el azar duda en caerse del árbol o convertirse en fruta, yo soy la fruta, Marcelita, la fruta que a veces imagina que de nuevo es el azar y huele a pura vida y es blanco y bello, a veces la fruta que soy imagina que se cae del árbol y allá encuentra a una Marcelita ya podrida o a una marcelita que ya casi es árbol por sí sola, esa es la Marcelita que más me gusta, más que la florecita blanca que eras, esa marcelita, esa, con sus hojas verdes y relucientes, sin los lazos rosas, casi con naranjas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no, creeme que ser rubia o cualquier decolorada implica un gran sacrificio. a mi también me cambió la impresión de las rubias cuando me hice blanco hace un año ajaja.

Betoman dijo...

iba caminando por montparnasse, la gabardina mojada como el fondo de mi alma, la cabeza no paraba de girar.... llevaba en la mano los alcatraces blancos q tanto te gustaban. Deambulando por la margen del Sena,caminando sin saber si en verdad queria llegar a tu piso.

Salí de la boca del metro en Marie Clichy, el boluver Argenta con sus luces león hacían ver mas ocura mi esperanza.

Estaba frente de tu puerta, en el Paris q nos separó, después de tantos pasos andados y besos negados.

tiré los alcatraces en tu portal y no me atreví a llamar, me desedibuje y supe que esa fué la última noche de un mundo.