miércoles, 31 de agosto de 2011

Cuando hablo de mis cartas a Brenda


Una vez mas me siento a escribirle a Brenda. Entre otras cosas le informo que me he sentido mal de la garganta y bien del corazón, que el mar puede ser todavía mas azul y que la extraño.

Que ahora que ya somos algo parecido a un adulto y que vamos al supermercado y a pagar las cuentas de agua y luz, ahora que estamos en pisos alquilados, que esta vida diferente y mejor, nos tiene al parecer con un goterito de un condimento dulce y nuevo en nuestras vidas: la nostalgia.

Y de seguro que ella también se detiene a recordarnos compartiendo confitería y tartas de chocolate, en otros tiempos si, en esta misma vida.

A eso nos dedicábamos ella y yo, a intercambiar libros, música, pasar todo el día juntas, tomar el ice tea en el césped, siempre en el césped, vender
lo que se nos ocurriera vender, comer tanto, llegar tarde a donde fuera, si, sobretodo lo ultimo.

Brenda sin mi es igualmente hermosa, es todo lo que yo recuerdo, pero mejor, por que cuando la veo me tiene historias de personajes que no puedo conocer por que son tan de ella, que da gusto la separación.

En mi carta no le puse que la amo, le describí mi nueva ciudad, deje que el
Papel se consumiera entre detalles burdos como el sistema de transporte, no le puse que la amo, para que no pensara que solo por eso le escribo, le escribiera de no serlo, de cualquier forma, por que es Brenda, sonrisa de lado, dedos graciosamente chuecos, coleccionista de cartas, amiga de los insectos en las flores.

1 comentario:

Blas Barajas, escritor dijo...

menos mal que el maricón soy yo.